La responsabilidad afectiva en entorno laboral

La «responsabilidad afectiva» es un término que está en el punto de mira de la sociedad estos últimos años. Se dice que debemos tenerla con nuestras parejas, amigos, familia y compañeros de trabajo.

Sin embargo, a la hora de definir la responsabilidad afectiva (y, sobre todo, cuando se trata en el entorno laboral), rara vez podemos encontrar una explicación de lo que realmente es o cómo se puede adquirir. Entonces, ¿de qué se trata? ¿Se puede desarrollar? ¿Cómo la aplicamos en nuestros ámbitos personales y de trabajo?

¿Qué es responsabilidad afectiva?

La responsabilidad afectiva es un concepto que trata de comprender la dinámica de las relaciones interpersonales. Se basa en entender que nuestras palabras (igual que nuestros actos), tienen un impacto en las otras personas y somos responsable de ello.

Es visibilizar y dar importancia a nuestros sentimientos y a los demás, creando vínculos basados en la igualdad y practicando el principio de “no hagas lo que no te gusta que te hagan”, es decir, la empatía.

La responsabilidad afectiva está comúnmente relacionada con las relaciones de pareja, pero es aplicable a cualquier tipo de vínculo y necesaria para que las relaciones sean duraderas, sanas y beneficiosas para ambas partes.

¿Cómo se aplica?

1. Asimilar las consecuencias de tus actos y palabras 

Resulta obvio que nuestras acciones afectan a los demás. Aunque no tengamos mala intención, un acto hiriente causa malestar, que puede ser momentáneo o duradero. Lo mismo ocurre con las palabras.

Por tanto, como emisores del mensaje, es importante que nos responsabilicemos de él, tanto de su forma como de su fondo.

2. Conócete a ti mismo y haz por conocer a los demás

Normalmente, en cualquier entorno – laboral, familiar, – se ven involucradas una multitud de personas con caracteres y sentimientos diferentes.

Por tanto, el primer paso hacia la responsabilidad afectiva es tomar conciencia de cómo somos, cómo reaccionamos y hacer lo mismo por los demás. De esta forma, es mucho más fácil llegar a un «punto medio» entre varias personas, por muy diferente que sea su actitud.

3. Fomenta comunicación clara, honestar y asertiva

Aunque puede parecer más intuitivo «guardar» nuestros sentimientos para evitar el conflicto, a largo plazo es probable que hagan bola y desencadenen un hecatombe emocional mucho más difícil de arreglar.

Por ello, es muy importante expresar nuestros sentimientos y expectativas; puesto que, si no lo hacemos, las demás personas no van a entendernos. La comunicación asertiva (¡sin confundirse con agresiva!), fluida y honesta es la clave del éxito.

4. Antes de hablar, PIENSA…

Es crucial elegir bien nuestras palabras y asegurarnos de que el mensaje llega como nosotros queremos expresarlo y se recibe de manera positiva, sin dar lugar a malentendidos y mirando por el bien y la mejora de nuestros compañeros. ¿Cómo podemos hacerlo? Comprobando si cumple los pequeños requisitos como son los siguientes:

  • ¿Es… Positivo?
  • ¿Es… Interesante?
  • ¿Es… Ético?
  • ¿Es… Necesario?
  • ¿Es… Sincero?
  • ¿Es… Amable?

Aunque estas son las siglas más usadas: ¡puedes pensar en tu propio lema!

5. Practicar cuidado mutuo

La responsabilidad afectiva no implica hacerse cargo de las emociones del otro ni evitar causar daño: a veces es inevitable. No obstante, sí significa que debemos ser empáticos y, antes de llevar a cabo una acción, pensar: «¿Me gustaría que los demás me dijeran/hicieran esto?».

6. No invalidar a las demás personas

La invalidación consiste en despreocupación y minimización de los sentimientos o experiencias de las demás personas. Es algo que a nadie le sienta bien; por lo que debemos evitarlo.

Es importante que, cuando estamos en nuestro entorno, nos sintamos aceptados, que nuestros problemas son importantes y que tenemos el derecho de expresar libremente nuestras preocupaciones y emociones.

7. Reconocer nuestros errores y trabajar en ellos

Finalmente, para practicar la responsabilidad afectiva, es muy importante reconocer nuestros errores y trabajar en ellos.

Todas las personas pueden tener un mal día y hacer un comentario inoportuno. Lo importante es reconocer que no estaba bien, disculparnos y subsanar el error; de esta forma, demostramos que entendemos nuestros fallos y somos capaces de mejorar y crecer como personas.